Domingo XXXIV del T. O. Jesucristo Rey del Universo

“Hueso tuyo y carne tuya somos” dijo el Pueblo a David antes de ungirlo rey. Y con ello reconocía su profunda igualdad, “eres uno de los nuestros”, no te rechazamos, al contrario. El pueblo quiere un rey y reconoce las palabras de Yahvé como un mandato a David: “Tú pastorearás a mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”. La labor del Rey está asociada en Israel al oficio del pastor que guía al rebaño y lo cuida, que lo defiende de peligros y lo lleva a buenos pastos donde nada le falte. Por eso también proclamamos a Cristo hoy como Rey/Pastor (del Universo). Aquel que cuida de todo y de todos.

Colosenses nos ayuda a descubrir la manera peculiar de ser Rey y Pastor de Cristo. El culmen lo pone en su acto de entrega total y amorosa en la Cruz: “Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”. El reino al que pertenecemos es el “reino del Hijo del Amor del Padre”, un reino donde el Amor es la principal ley y la única ley que gobierna todo. Además el texto de Colosenses nos define como “los redimidos”, los que han recibido su redención. Este término en su origen significa “comprar con sangre o conquistar a precio de sangre”, o lo que es igual: pagar con la propia vida. Nuestro Rey, Cristo, es el que paga con su propia vida en nuestro lugar. La deuda de nuestro pecado ha sido cancelada. El Padre no tiene nada que reprocharnos porque su Hijo -por amor- ha querido borrar el recuerdo de cualquier debilidad, haciendo esto nos da la oportunidad de vivir en su Luz, en su Gracia, en su Amor.

«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Son las palabras de uno de los ladrones crucificados, también lo que dijeron los magistrados. ¡sálvate a ti mismo! Pero es que ésa no es la dinámica del amor ni del Buen Rey, que da la vida por los suyos. La autosalvación, el buscar el propio bien ante todo es nuestra lógica mezquina y mundana, pero no la de Cristo. Es bueno que revisemos esto en nuestra vida, ¿en qué cosas busco yo salvarme, me doy prioridad ante todo? O dicho de otra manera ¿sigo el ejemplo de Jesús? ¿A qué y a quienes entrego mi vida? Abrirse a la bondad de esta lógica del olvido de sí lo cambia todo, y hace que el “buen ladrón” pueda oír en la cruz junto al Rey: “Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Víctor Chacón, CSsR