Dos retos a inicio de curso: posponer y calcular. Domingo XXIII del T. O.

 

Llega septiembre. Y eso supone un nuevo curso en el que, después de las vacaciones, volvemos a una rutina en la que hacemos nuestra vida. Nos organizamos, planeamos nuevas tareas y organizaciones, a veces limpieza de espacios, agendas nuevas, proyectos nuevos… hay ilusión y eso es bueno. Pero hoy la Palabra de Dios nos anima al realismo, a un realismo esperanzado que no acabe por construir castillos en el aire.

Por eso dice el libro de Sabiduría: “Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto?”. Hay una enorme distancia, una diferencia profunda y ontológica entre el mundo divino (o celestial) y el humano. Sería ingenuo pretender vivir solo espiritualmente, nos cuesta, no estamos hechos para ello, “el cuerpo pesa” y la gravedad nos aploma a la tierra. Cuesta rastrear a Dios, cuesta tenerle presente en nuestras vidas, vivir buscando su voluntad. Pero no por ello es imposible. Creemos en un Dios que se ha encarnado, que ha unido cielo y tierra en sí mismo. Que ha abierto un canal de gracia ancho y directo, una “banda ancha” que nos ayuda a conectar de modo nítido con Dios, a través de Jesucristo, a través del Espíritu.

Sintonizar con este canal no es tarea fácil, lo sabemos. Hay muchas distracciones, muchas invitaciones a vivir en la superficie, en lo anecdótico, a vivir “haciendo scroll”, pasando contenidos rápido y sin mucho interés ni compromiso. Invitaciones a vivir “distrayéndonos” “matando el tiempo”.

Cuando en realidad ese tiempo podría estar lleno de vida y de sentido: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío”. Para reordenar nuestra vida el Evangelio de este domingo propone dos acciones: posponer y calcular. Posponer amores buenos y justos (padre, madre, mujer, hijos, hermanos… amor propio) pero que pueden terminar siendo un ídolo, nos pueden poseer y cegar sin ver nada más allá. Amores que crean dependencias, amores que no hacen ser libre ni crecer. Por eso el fundamento ha de estar en Dios que nos otorga estas cosas. Él, piedra angular, pilar de nuestras vidas, nos ayuda a amar de un modo no posesivo, sin querer hacer a los otros a nuestra imagen y medida. Amar sin ponernos en el centro. Amar descentrándonos, como el mismo Dios que bajó del cielo y vino a la tierra, ése es el camino, en lugar de vivir muy instalados y seguros.

Calcular es el otro reto de inicio de curso. Calcular que es discernir, pensar, meditar, acostumbrarse a escuchar la Palabra de Dios y a contrastar con ella nuestra vida. Calcular  supone también un buen autoconocimiento, sin imágenes deformadas ni engañosas de mí mismo. Como dice Pablo, “por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí” (1 Cor 15, 10). Os animo a vivir con paz y realismo este inicio de curso y a poner todo en sus manos bondadosas, sin forzar nada.

Víctor Chacón, CSsR