“ÉL TE AMÓ PRIMERO”, Dom. VI de Pascua.

La fe no es un discurso de palabras bonitas que construimos para consolarnos y evitar asumir la dureza de la vida y de la muerte. Esta es la crítica de muchos ateos. Lo siento pero no. Y si lo fuera, aún así, es un discurso bonito que implica, compromete y transforma la vida de todos aquellos que le prestan fe a este discurso (o debería hacerlo). En las lecturas de este domingo se oyen muchas “palabras bonitas” de esas que a unos entusiasman y a otros les cansan y les suenan a algo ya manido. Volverá a aparecer el amor como clave central y la alegría y la amistad… ¡lo siento!, pero son las categorías esenciales de la fe cristiana. No se puede hacer tortilla de patatas sin patatas, tampoco se puede anunciar a Cristo sin estas palabras.

Juan nos advierte en su carta: “Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Y llegó así a la definición de Dios más corta y certera de la historia. Dios (sujeto) es (verbo) amor (atributo). ¿Qué significa que “Dios es amor”? Lo explica el propio Juan: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”. Que Dios es amor significa que Él es generoso, y se entrega primero a nosotros en gratuidad, da el primer paso. Y en esa entrega nos da, a su propio Hijo, su ser más amado en el Espíritu. Y en esa entrega (se) nos da, con Él por entero, da su perdón y su gracia. Él es acogida total, aceptación sin límites, perdón desbordante y renovador. Alejarse de estas claves es hablar mal de Dios, es pervertir su deseo y su proyecto de salvación humana. Es darle alas al mal, y a su poder maligno en nuestras vidas. Ya que, como decía von Balthasar, prestigioso teólogo alemán: “sólo el amor es digno de fe”.

En el evangelio de hoy Jesús, sigue orientando a sus discípulos: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor (…) esto os mando, que os améis unos a otros como yo os he amado ”. Jesús nos llama a entrar en una relación dialogal, de confianza y cercanía, de amistad (ya no os llamo siervos). Él nos da confianza y nos pide cercanía, no tratarle como “Señor” sino como “Amigo”. Nuestra vida es la invitación a una amistad, a un encuentro con Dios, a un diálogo amistoso que busca alegrarnos y llevarnos a un gozo auténtico (“para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”).

¿Te atreves a pensar y recibir tu vida así cada día? Como don total, como regalo del Dios bueno. Eso te pide pasar de la lógica de la exigencia y de los méritos, a la lógica del amor, del don y la gratuidad. No “mereces” nada, y nada puedes exigir. Lo que venga lo afrontarás en la serena certeza de que, aunque no lo comprendas no busca tu mal sino tu crecimiento. Él no nos deja solos, nos amó primero y nos ama y acompaña siempre, cada día y a cada momento. Aprendamos a vivir con la presencia de este buen Amigo que quiere hacer de nuestra vida siembra generosa, bendición y gozo para cuantos se encuentren con nosotros. Él sigue actuando y haciéndose muy presente en el mundo a través de ti y de mí: “os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”. ¿Lo ves? No son solo palabras bonitas. Estas palabras lo cambian todo y pueden cambiar a todos. A todos los que permitan ser amados.

Víctor Chacón, CSsR