“Ensanchar el corazón y la mente y acoger TU GRACIA. Solo esto nos salvará”. Domingo IV de Cuaresma

 

“El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas… Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos”.

La historia se repite tristemente: “El jefe supremo de los talibanes, el molah Mohamed Omar, ordenó mediante un decreto en 2001 la destrucción de todas las estatuas, incluidas aquellas de las épocas preislámicas”. Es una noticia de 2001. Pasó también antes de Cristo. Podría pasar hoy. Es el fanatismo y la degradación de la humanidad. Cuando uno solo mira a sí mismo y quiere imponer su verdad y su visión de la realidad busca destruir la historia (para que nadie piense que antes hubo algo diferente o valioso). Es miserable. Tratar de borrar la historia y la cultura, siglos de arte y de creación humana que dieron lo mejor artística y materialmente.

Espiritualmente me parece también un riesgo real y concreto. Destruir el patrimonio y la diversidad, quedarnos con la tendencia de moda o la imposición de alguien. Es empobrecer, es perder grandeza que el Espíritu ha suscitado en los corazones humanos. Y el Espíritu es muy creativo.

“Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” una cita erróneamente atribuida a Voltaire, y parece que más bien es de la escritora británica Evelyn Beatrice Hall (una de sus biógrafas). Necesitamos corazones y mentes cristianas que tengan esta actitud abierta y comprensiva, que rastreen la grandeza y diversidad de Dios, que le busquen sinceramente. Que no rechacen o condenen lo que no entienden simplemente porque no lo entienden. Porque yo no debo ser la medida de todas las cosas, ni mi realidad ni mi pensamiento, eso es demasiado infantil y pobre. Los adultos estamos llamados a vivir, convivir y sobrevivir con la diversidad.

Efesios nos dice: “Estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él. En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir”. Hemos sido revividos, resucitados por Cristo, ¡por pura gracia! Ha sido regalo y don. Conviene aceptar este regalo y recibirlo. ¡Cuántos creyentes no saben que tienen este don! ¡Qué pena! Y se machacan y autoflagelan sin esperanza, como si todo dependiera de sus obras. No se han abierto a la dinámica de luz y salvación de la gracia, que da esplendor y plenitud a la vida humana. No os maltratéis por favor, queridos fieles, tenéis dentro el don de Dios, su gracia, su Espíritu. Maltrataros y menospreciaros es casi casi blasfemar, insultar a Dios santísimo, que habita en vosotros. Por eso el amor a Dios y al prójimo están tan unidos.

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Valemos el precio sagrado de la Vida de Cristo. Dios lo ha querido así, y por eso entregó a su Hijo para salvarnos y bendecirnos con Él. Qué gozo saber de una bondad tan grande, tan profunda, tan apasionada de Dios por nosotros… ¿Cómo no tratar de vivir esa Vida nueva y plena que Él nos regala? Recibe tu vida cada día como bendición y regalo. Vales tanto como la Vida del Hijo de Dios, jamás te menosprecies.

Víctor Chacón, CSsR