Misión Perm Selvaalta

MISIÓN PERMANENTE EN LA SELVA ALTA

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Hace tan sólo un par de años que se reunieron en Brasil, a los pies de la Virgen de Aparecida, los obispos de América. Charlaron, rezaron y “conferenciaron”. Y se les ocurrió la genial y “peregrina” idea de  proponer una MISIÓN CONTINENTAL… ¡Ahí es nada!

Yo pensé, como otros muchos,  que no tenían ni idea de lo que supone una misión  de esta envergadura. Sí que es un reto para toda la Iglesia; un reto maravilloso y muy difícil de realizar. Pero también creo  que es mejor aceptar este reto, aunque nunca se llegue al final,  que lamentarse continuamente  y por miedo al fracaso no dar ni un paso.

También el obispo de la diócesis de Chachapollas, en el departamento Amazonas  de Perú, se ha lanzado al ruedo, por lo qué yo sé, con incertidumbre y buenos deseos. No sé cómo va a lidiar este miura. Ni siquiera tiene un sencillo trapo para el primer capotazo. Ya es valiente, nuestro  obispo. El día  de la Virgen del Carmen se nos presentó en Pomacochas para saludarnos,  hablar de la misión…

Y en este ruedo, llevamos ya  10 años los misioneros redentoristas; desde el año 1999, en que misionamos toda la diócesis. Participamos en aquella misión 24 sacerdotes, 9 religiosas y 8 laicos. Aquello sí que fue una aventura más arriesgada que la  de Pizarro. Y más temeraria que la de La Armada Invencible. ¡Así nos lució el pelo! Ante las dificultades de dentro y las de fuera tuvimos que  decir: “No hemos venido aquí a luchar contra los elementos”.

Pero los  misioneros redentoristas apostamos siempre por lo imposible, que es la única forma de ser realista. Me explico. En aquella misión del ‘99, pasada por agua, barro y penalidades pusimos en marcha 1220 grupos. Se dice pronto: ¡1220 Asambleas familiares! Cierto  es que de aquellos grupos quedan pocos y sólo en algunas parroquias se han mantenido. Un ejemplo ilustrativo lo tenemos en Bagua Grande, donde el P. Lucho, muy afín al espíritu misionero de los redentoristas mantuvo durante varios años 380 comunidades y cerca de 500 catequistas. Todas esas comunidades de reflexión y oración, y muchos de esos catequistas,  surgieron en la misión. Después, el  obispo actual sustituyó al párroco por otro con menos ganas de trabajar y todo se esfumó. Es complicado levantar, pero es facilísimo  tirar…

Y éste mismo P. Lucho, Luchito para los amigos, sigue “erre que erre” peleando duro, ahora en S. Lucas de Pomacochas, parroquia que abarca un montón de caseríos de la selva alta.  Y aquí es donde viene nuestro apoyo, el del P. Alfonso Sánchez y un servidor de ustedes. Hemos puesto en marcha, de nuevo las Asambleas familiares. Cuarenta  hogares abiertos en la sede,  abiertos para el Señor y para los hermanos. También  estamos logrando que en todos los caseríos de la Selva Alta,  que dependen de esta parroquia, se reúnan las asambleas familiares. La dificultad mayor está en la formación de los animadores. ¡Ésta sí que es una tarea lenta! Y así conseguimos  que las comunidades se reúnan para la celebración de la Palabra, para el estudio  y para la reflexión. El Catequista celebra la Palabra; los animadores dirigen los  grupos. La situación religiosa es preocupante y nada fácil.

 

No es fácil todo esto, por  la ignorancia religiosa y el analfabetismo;

No es fácil por las circunstancia materiales y la dispersión de los hogares, unos de otros;

No es fácil por tantas carencias: de luz, de agua potable, de higiene, de servicios médicos;

No es fácil, por la agresividad de los  grupos sectarios;

No es fácil, por la dificultad de movilidad del párroco;

No es fácil la evangelización, pero sí gratificante y posible.

 

Diez años llevamos trabajando en la formación de los catequistas de la Selva. Las distancias y las dificultades económicas hacen  duro el desplazamiento de los catequistas para la formación. Algunos tardan diez horas en llegar a la parroquia., pero siempre llegan; a veces con un saco de papas, yuca o fruta, para colaborar en la alimentación. Y así estamos juntos durante una semana en la casa de retiro: convivencia,  celebración, estudio y oración. Estas jornadas de estudio y celebración les dan a los catequistas fuerza para trabajar durante el año con la gente de sus respectivos caseríos.

Y lo mismo hacemos con los animadores de las asambleas.  La “falta de ignorancia” es tan
grande, que toda dedicación es poca. La formación de estas personas –algunos leen con dificultad– es vital para el mantenimiento de las asambleas y las comunidades.

Podemos decir con satisfacción que las asambleas familiares van a más y a mejor. Y que  el trabajo con catequistas y animadores es duro, gratificante y satisfactorio. Fíjense en las fotos. Vean cuántos hombres acuden a la semana de formación. Igualito que en España, ¿verdad?

En cambio, el trabajo con jóvenes es desalentador. De los séis grupos juveniles que puse en marcha el año pasado, la mayoría se vinieron abajo, es decir, todos. Estas son las luces y las sombras de nuestra presencia en aquellas tierras del Departamento Amazonas, situado al Norte del gran Perú. Y éstas, que vienen ahora, las pinceladas finales:

 

    • Años ha que el P. Alfonso hizo su primera comunión, pero su espíritu misionero sigue intacto. ¡Enhorabuena para él!
    • Además de atender a la formación de catequistas y animadores, apoyamos y ayudamos a levantar las capillas de cinco caseríos especialmente necesitados.
    • Hemos tomado contacto con una de las comunidades nativas, situada a dos días de camino de la sede parroquial. El objetivo del proyecto es cubrir  los tejados de 22 viviendas con 900 calaminas. Sólo unos pocos hablan castellano. Su idioma es el aguayun. Y el nombre, aguaruno, significa “hombre de agua”. Vivían tradicional mente de la caza y de la pesca. Ahora, con la invasión de la selva,  viven ¡de milagro!
    • El enfrentamiento de estas comunidades con la policía  arrojó unas cifras escalofriantes. En la matanza murieron 22 policías y  al menos 34 aguarunos. Otros hablan de 90; otros, de varios cientos. Los gobernantes del país no se movieron de su poltrona, en Lima. Ellos, sin duda, fueron los responsables de tantos peruanos muertos.
    • Y hablando de selva, a la selva peruana le queda un suspiro de vida. Las compañías mineras, la extracción de la madera, el fuego y la invasión solapada y permanente de las gentes llegadas de costa y de la sierra del pacífico, acabarán pronto con todo.
    • El obispo de la diócesis también anda medio loco, queriendo y no sabiendo cómo llevar a cabo la misión continental. Ya conoce nuestro método y algunos de nuestros materiales, pero no le veo yo muy  propenso a contar con nuestra ayuda. Mejor así que recordar tiempos pasados y desagradables.
    • De los seis grupos juveniles que puse en marcha el año pasado, no ha que dado ninguno. Este año he puesto en marcha cuatro grupos nuevos, con sus respectivos responsables, sabiendo que durarán menos que la selva. Con doce años ya pasan a formar parte del grupo juvenil; con quince, dejan de pertenecer al grupo, porque forman su familia.
    • La permanencia de la Iglesia en estos lugares más alejados de la civilización es una garantía de educación y estabilidad. Es para todos una institución fiable, frente a la corrupción de otras instituciones sociales.
    • Las sectas, son legión. Todas “mu malas y mu venenosas”. Un ejemplo. En uno de los caseríos, llamado El Progreso, constituido por unas cuarenta familias, hay ocho grupos religiosos: católicos, adventistas, sacadiablos, nazaremos, israelitas… Todos se odian y se pelean en nombre de Dios. Los protestantes nos ganan la partida. Es más fácil poner un pastor que un cura.
    • La mujer sigue estando discriminada y maltratada, pero es la que carga con el peso de la familia y del país.
    • Nuestro modelo de misión sigue teniendo como protagonistas a los laicos: ellos visitan los  hogares  para invitar a la misión, ellos abren y acogen en sus casas a los hermanos; ellos dirigen los grupos de reflexión; ellos mantienen la misión por muchos años. Es un modelo que responde perfectamente a los retos que se derivan de la Conferencia de Aparecida y de la Misión Continental.

 

Y ésta es, volviendo al principio, una misión intensiva. Ésta es, concluyendo, una misión permanente. Ésta es la misión redentorista que desde hace diez años se mantiene viva en ese rincón del Perú, que es el departamento Amazonas. Ésta es, para gozo  de la Iglesia, una misión redentorista.

Un abrazo en Cristo Redentor.

Arsenio Díez, CSsR