“Resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos”, Dom. I Adviento

 

De esperar y esperanzas va el adviento. ¿Qué esperamos? ¿Cuáles son nuestros deseos y anhelos profundos? ¿Que nos toque la lotería? ¿Que nos vaya bien en el amor? Creo que podemos desear más alto y más profundo… El otro día el obispo de Madrid nos preguntaba a los sacerdotes de la Vicaría, ¿Cómo os veis dentro de diez años? Y me parecía una pregunta tan cruda como realista. ¿Cómo me veo yo dentro de diez años, qué sueños, qué anhelos tengo, qué me gustaría ser y vivir? Os cuento un secreto las piedras para lo que tengamos dentro de diez años, y aún el año próximo, se colocan HOY, en el presente. La espera cristiana es siempre una espera activa, colaboradora…invoca a Dios, pero se remanga y se deja hacer por Él. Es una esperanza que nos moviliza, muy al contrario de lo que algunos piensan. Ser creyente es mantener viva la esperanza, y una esperanza dinámica, que nos mueve y nos remueve… que no nos deja abandonarnos a las corrientes y marejadas que soplan en nuestro mundo. Vivimos otra cosa, somos otra cosa. No porque el mundo sea malo -que no lo es- sino porque nos gusta soñar y esperar más profundo, tomar nuestros sueños y deseos de la Palabra que Dios nos da.

¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! Es una de las grandes invocaciones del Adviento, es el deseo de Dios. Te quiero tener aquí, a mi lado, y quisiera tocarte como Tomás, y sentir tus palabras como un Apóstol más. Quisiera ver tu justicia y tu poder actuando… sanando, perdonando, santificando… Pero es el salmo 79 el que creo da el tono más alto y profundo de este primer domingo de Adviento:

“Pastor de Israel, escucha; tú que te sientas sobre querubines, resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos”. Se le piden a Dios, como Pastor y guía del Pueblo cuatro cosas: escúchanos, resplandece, despierta tu poder y sálvanos. Pedir a Dios que resplandezca y brille sobre nosotros es atrevido. Es pedir que se manifieste su gloria en ti y en mí, que brillemos con la luz de Dios no con la nuestra. Libres de todo protagonismo y “ego” poco evangélico. Dios nos llama a resplandecer, a brillar, no a esconder el talento sino a ponerlo al servicio del prójimo y de la comunidad. ¿En qué Señor me llamas a brillar con tu luz? ¿Cómo puedo yo ser tu luz para otros, usar la gracia que tú pusiste en mí?

El “Estad atentos, vigilad” del evangelio de este domingo conecta con estas ideas del salmo. La vigilancia es la actitud propia del vigía… del vigilante que previene las batallas que se avecinan en el horizonte. Él, que está en vigilia (despierto) y en una posición elevada las ve antes que el resto. Se nos invita a tener esta actitud de vigías. Ahora nos toca a nosotros recibir la Palabra del salmo con la que Dios nos dice: “Escúchame hijo, tú que te sientas entre tus hermanos, resplandece con mi luz; despierta tu poder y déjate salvar por mí”. Estas son las actitudes a cuidar en nuestro “adviento” para que el Señor venga realmente de nuevo a nuestra vida. Más escucha, más atención al brillo de Dios que al mío y dejar que Él suscite su obra en mí, que me ponga generosa y humildemente al servicio de los demás. ¡Feliz adviento!

Víctor Chacón, CSsR