Solemnidad de Cristo Rey, “reaprender a alabar”.

 

La visión del profeta Daniel es extraña, pero dice mucho. Un “hijo de hombre”, un humano, que avanza hasta un anciano. Y él señala: “A él (al hijo de hombre) se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es eterno no cesará”. Hay una tentación que visita periódicamente al ser humano, se llama elitismo. Estuvo presente en los orígenes de la fe cristiana. Jesús luchó contra ella, la veía en los fariseos. Los santos Padres (San Ireneo, San Agustín…) también lucharon, la veían en el gnosticismo y otras herejías. ¿En qué consiste? En la obsesión arrogante conque la verdad y la salvación es propiedad de unos pocos. De los “elegidos”, los “santos”, los “puros”, los “iluminados”… Daniel profetiza que esto no es así. El enviado de Dios, el Mesías, es Rey Universal, aglutina a todos los humanos. No importa su procedencia, lengua o color. Viene a unir a todos, a salvar a todos.

El Apocalipsis se convierte este domingo en canto y alabanza a Cristo redentor: “Al que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos”. Hemos perdido muchos creyentes esta capacidad de alabar a Dios, de bendecirlo, de piropearlo. Nos acercamos a Él o bien buscando algo (oración de petición); o con menor frecuencia, a darle gracias por algo que nos dió o que va bien en nuestra vida. Pero no nos acercamos a Dios con total gratuidad, amor y desinterés… alabándole, por Él mismo, no por nada. Porque sí, porque es Bueno y generoso, porque es grande y compasivo, por… Necesitamos reaprender la alabanza para no caer en una religión pragmática y fría, utilitaria. No vaya a ser que un día no nos guste la misa o una oración (por ej.) y reclamemos devolución por los “servicios prestados”.

El diálogo de Jesús con Pilato es revelador. Jesús pregunta al prefecto romano de dónde viene la acusación (¿dices eso por ti mismo o te lo han dicho otros…?). Pero sus acusadores no dan la cara, son cobardes, han urdido un engaño para acusarle. Frente a aquellos que ven en Jesús una amenaza a sus deseos de poder, Él dice: “mi reino no es de este mundo”. No se trata de un poder terreno, no se trata de gobiernos, ni riquezas, ni privilegios… es otro su reinado. La segunda vez que Pilato pregunta ya no dice ¿Tú eres el rey de los judíos? Sino simplemente dice ¿tú eres rey? A lo que Jesús contesta: “Tú lo dices: soy rey”. Ha desaparecido el territorio, las demarcaciones concretas, las fronteras, porque Jesús es Rey Universal, de todos y para todos. “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo”. Y su dignidad de Rey está vinculada a su misión de “testigo de la Verdad”. Él revela la verdad, quien se acerca a Él crece desde la verdad, se caen las máscaras y comienza una existencia humana humilde y reconciliada, libre de ambiciones, libre de poderes, libre de “grupitos élite”. Porque todo el que es de la Verdad escucha su voz (Jn 18, 38) sea del color que sea, esté en el grupo humano que esté. Y esta verdad de Cristo no solo salva y libera, sino que compromete toda la vida, invita a ser testigos junto a Él, de su Verdad. A compartirla amablemente con todos.

Víctor Chacón, CSsR