Solemnidad de la Epifanía del Señor, ¡NACIDOS PARA MANIFESTAR LA GLORIA DIVINA!

“Es nuestra luz, no nuestra oscuridad la que asusta. El hecho de que seas pequeña no le sirve al mundo. No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras. Has nacido para manifestar la gloria divina que existe en tu interior”. Es un poema de Marianne Williamson que leyó Nelson Mandela en su discurso de investidura.

Una monja biblista habla comentando esta frase del “modelo formativo bonsái” y el resultado es promover sujetos encogidos y dependiente, urge pasarse al “modelo árbol” que anime a cada persona a desplegarse, a descubrir sus posibilidades, a dejar resplandecer su belleza. Es bueno que a inicios de este año cambiemos el chip un poco. Y no pensemos solo en dejar de fumar, adelgazar, ir al gimnasio o mejorar el inglés. Estaría bien que nos planteáramos… ¿Y Dios como me sueña? ¿Hacia dónde quiere Él que crezca, que despliegue mis alas? Porque él nos hizo para volar… y a veces vivimos arrastrándonos lastimosamente.

Isaías está de acuerdo con Marianne Williamson: ¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.

Contemplar a los Magos de Oriente que adoran al niño Dios en Belén nos recuerda:

  • La universalidad de la salvación. Todos los pueblos, todas las razas son benditas y llamadas a adorar a Cristo, a unirse a su Gloria eterna. Los Magos representan bien esto. La sabiduría de distintos pueblos se une para reconocer la grandeza y santidad del único Sabio y dueño de toda Sabiduría.
  • La profunda llamada a la fraternidad que hay en la Encarnación. Éste es el reto. Dios se mezcla con nosotros y ya no nos deja avanzar hacia Él sin pasar por la humanidad, sin trato humano. Aclamarle como Padre es sentir a los demás como hermanos, hijos del mismo Padre, gente de mi estirpe, de mi carne y de mi sangre divina que compartimos porque Cristo así lo quiso. Dice Pablo a los Efesios que hasta los gentiles son hermanos: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio”.
  • Que la vida humana es profundamente valiosa y bendita, está llena de posibilidades de gloria, luz y bendición gozosa. “Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. La causa de tanta alegría es el bendito niño de carne y hueso, Dios humanito. Que no te asuste tu humanidad, pues a Dios no le asusta. Tenemos un Dios capaz de entendernos y que ha trazado puentes de unión con nosotros, vivamos esta vida recorriéndolos, uniéndonos a él. Cultivando la belleza de vivir tantas relaciones humanas, de descubrir su presencia Santa en tantas personas que tienen su luz. “No miramos las cosas como son, las miramos como somos”. Ojo a las miradas demasiado pesimistas y criticonas.
  • Por último, necesito como los magos caer de rodillas y adorar el misterio. Necesito momentos de silencio, de Palabra de Dios, de interioridad, de diálogo con Él. Ni siempre tiene que ser en la Iglesia ni solo ante el sagrario. Es Bueno y necesario que aprendamos a ADORAR EN LO COTIDIANO, EN LA VIDA, en el imprevisto, que no es imprevisto sino algo que solo Dios sabe y confiar.

 

Víctor Chacón, CSSR