Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (1 enero)

 

Estamos llamados a ser bendición. Las palabras que Moisés recibe de Dios para bendecir a los hijos de Israel son elocuentes: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”. Iniciamos el año, pidiendo la bendición de Dios y recordando que, como creyentes que somos, habitados por el Espíritu; también nosotros estamos llamados a ser bendición para los demás. Y podemos otorgarla físicamente. Estamos quizás demasiado acostumbrados a que solo los religiosos y sacerdotes bendicen. Pero un padre y una madre también pueden bendecir a sus hijos. Y viceversa. Bendecir expresa un acto de fe y un querer ser instrumentos de Dios. Lo complicado es que si bendigo con las manos, no puedo maldecir con la boca. No es coherente. Con lo cual, lo que emerge de esta lectura es hondo: estamos llamados a SER bendición, a vivir como hijos benditos del Padre, que comunican la bendición que de Él reciben. María es un ejemplo rotundo de esta dinámica. Recibe la bendición/gracia de Dios, se deja transformar por ella y la comunica a los demás, siendo bendición para cada persona que entra en contacto con ella.

María madre nos enseña a ser hijos. Hoy celebramos a María como Madre de Dios, como aquella que da a luz al Hijo de Dios, a Jesucristo. Ella es “alumbradora” de este gran Misterio de la Encarnación. En su pequeñez Dios obra cosas grandes como manifiesta en el Magníficat. Y María como Madre de Dios, se convierte en Madre nuestra, Jesús así lo quiso y testimonió a los pies de la cruz. En María se cumple aquello que Pablo dice: “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: «¡“Abba”, Padre!». Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios”. Ella nos recuerda que somos hijos, ¡libres! ¡herederos! Y no esclavos. No sometidos a las leyes del mundo ni al pecado. Sino que en Dios tenemos una Vida nueva.

“María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. Lucas repite esta frase en María en varias ocasiones. Nos presenta con ella a una María orante y contemplativa. Capaz de acoger el Misterio que rodea a su Hijo, todas las personas que hablan cosas sorprendentes de él: los pastores, los magos, el ángel Gabriel. Quizás la Navidad es una profunda invitación a imitar a María en esto: acoger y guardar en el corazón lo que va pasando, los seres queridos, los avatares de la familia… y tratar de ir viendo en todos y en todo, cómo pasa Dios por nuestra vida. Cómo cambia, transforma, desinstala y reordena nuestra vida para que aprendamos a veces a volver a lo esencial, a lo auténtico, a lo que Él nos pide vivir. Hagamos que sea posible esta vida que María encarna bien: bendición, hija buena y espíritu de contemplación. Nos hará mucho bien en el Nuevo año que comienza.

Víctor Chacón, CSsR