Un amor difícil de encasillar (Dom. IV del T.O.)

 

Este domingo nos presenta la Palabra dos caras de la llamada profética. La cara amable y consoladora está quizás más patente en la vocación del joven Jeremías: “Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones… Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”. Es la llamada de Dios como don irrevocable, capaz de vencer toda dificultad y obstáculo si cooperamos con Él. La llamada de Dios que nos sueña más grandes, más santos, más plenos e incluso más poderosos de lo que nosotros mismos alcanzamos a soñar. Aunque, desde luego, este poder que Dios confiere con su llamada no se traduce en gloria personal y comodidades sino en una autoridad y servicio ante su pueblo. El fragmento que leemos este domingo omite los reparos del profeta ante su vocación: “mira que no sé hablar, que soy un muchacho” (Jer 1, 6). Pero esos reparos estaban ahí y su fragilidad no impidió que fuera llamado. Dios lo sostiene y lo capacita, acompaña al profeta en su ministerio y no lo deja caer ni temer ante nadie, “lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo”.

Pero también se da la otra dimensión de esta llamada profética que en Jesús se muestra más obvia este domingo. Después de la predicación en la sinagoga de Nazaret (El Espíritu de Dios está sobre mí y me ha ungido para proclamar… sanar y liberar), algunos del pueblo comienzan a sorprenderse: ¿no es éste el hijo de José? (v.22). Y de la admiración pasan pronto a la indignación y al rechazo cuando Jesús recuerda que Dios actúa y salva también fuera de las fronteras de Israel: la viuda de Sarepta (Sidón) y Naamán el Sirio, leproso que fue curado. Los que están en la Sinagoga parecen enfurecer cuando el discurso de Jesús no discurre por los cauces que ellos esperaban (probablemente su salvación nacional, el discurso de una minoría elegida, una élite predilecta por Yahvé). Jesús no les regala el oído, sino que los desafía a creer en una salvación más amplia, más profunda y más poderosa que la que ellos tienen en sus estrechas mentes. Este discurso abierto a la salvación universal tiene mala acogida. Tan mala que según Lucas constituye el primer intento de asesinato serio de Jesús, intentaron despeñarlo.

Jesús sabe lo que quiere y lo que su Padre pretende y no se deja intimidar por nadie. Aunque no le aplaudan, sabe que Dios está con Él y actúa sostenido y empujado por su Espíritu. Como dice Pablo: “Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada”. Ésta es la secreta energía de Jesús, un amor que no conoce fronteras ni límites. Que lo puede todo, lo perdona todo y lo desborda todo. Un amor que es paciente, educado, no descortés ni egoísta, no lleva cuentas del mal, se alegra con la verdad… Un amor que da sentido a la vida y transforma a aquellos que se dejan tocar por él. Es un amor profético, anticipa la salvación de Dios y nos pide un crecimiento, dar pasos para acoger en nuestras vidas una inercia nueva. Probablemente se romperán nuestros esquemas mentales y habrá algún enfado, pero es que el Amor y la salvación de Dios son así, difíciles de encasillar. Dios es siempre Más.

Víctor Chacón, CSsR